lunes, 5 de febrero de 2018

La atmósfera perdida.


Desde que la sonda espacial Mariner 4 sobrevoló Marte por primera vez se hizo evidente que el planeta rojo distaba mucho de como los humanos lo habían imaginado: Nada del mundo habitado por una raza avanzada sino mucho más parecido a la luna que a la propia tierra. Pero ¿Siempre fue así? Aparentemente, no. Todo indica que Marte tuvo una atmósfera más gruesa en el pasado, cuya desaparición sigue siendo investigada.

Si observamos a los planetas del sistema solar interior encontramos que Mercurio casi no tiene atmósfera, Venus tiene una densa y ardiente, la de La Tierra tiene una composición única gracias a que la vida la transformó (y no al revés) y resulta maravillosamente templada en comparación a la de sus compañeros planetarios, mientras que la de Marte es muy fina, apenas equivalente al 1% de la terrestre, y por ello muy fría. Pero en la superficie de este mundo hay evidentes señales, físicas y químicas, del fluir del agua, y el trabajo de exploradores como Curiosity apuntan a un largo periodo de clima templado y húmedo.

Eso necesitó una atmósfera mucho más densa, ahora desaparecida ¿Dónde fue? Algunos científicos creen que el viento solar, al desaparecer el campo magnético global, la fue erosionando lentamente a lo largo de cientos y miles de millones de años. Esta incertidumbre disminuyó bastante con el trabajo de la sonda MAVEN, de la NASA, que desde 2013 ha estado estudiando al planeta rojo.

MAVEN pudo determinar la cantidad de atmósfera que el viento solar arrancaba a Marte, de esta manera se pudo reconstruir (parcialmente al menos) la historia geológica de este mundo. Marte habría comenzado a perder muy pronto su campo magnético, debido al enfriamiento de su núcleo. Esa circunstancia motivó el escape progresivo de los gases de su atmósfera, fundamentalmente dióxido de carbono, por el influjo del viento solar.

Se estima que, en la actualidad, los gases escapan al espacio a una media de 100 gramos por segundo, si bien los ritmos se intensifican conforme las tormentas solares se tornan más virulentas. Sin la protección de su atmósfera, la superficie se fue esterilizando y las temperaturas bajando al no provocarse un efecto invernadero que retuviera el calor. Mares y ríos se evaporaron a lo largo de ese proceso.

Cabe mencionar que, con su campo magnético actual, la Tierra está a salvo de un deterioro similar.

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